jueves, 28 de octubre de 2010

Siete es Mágico




Cuando tenía 7 años, en primero de primaria, mi libro de lengua se llamaba "Siete es Mágico". No tengo ni idea cual fue la relación entre el título y un libro de texto de lengua, pero para mí, con 7 años, el significado estaba muy claro: tener 7 años es algo mágico.


Viendo crecer a mis hijas siempre he notado un cambio mágico sobre los 7 años - a veces antes. Sé que es lo que se llama "La Edad de la Razón" en los círculos religiosos, porque es cuando tradicionalmente se supone que los niños pierden su inocencia. Ya son responsables por sus actos y pensamientos...


Pero desde el punto de vista del desarrollo del ser humano es que sobre esta edad nuestros hijos entran en otra etapa. Dejan atrás el pensamiento mágico de un niño de pre-escolar y comienzan a razonar y a pensar de otra forma más madura y compleja.


Si hasta los 6 o 7 años hemos podido contar la historia de nuestra adopción como un cuento de hadas, ahora las necesidades de nuestros hijos van a cambiar. Van a querer saber más que el final feliz. Querrán saber PORQUE.


Estaba preparada para este cambio. Sabía que tendría que ocurrir en algún momento - y ha ocurrido. Había leído que sobre esta edad mi hija podría estar bastante más preocupada con los detalles de su adopción y que - si se encontraba bien conmigo, si sabía que a mi no me costaría hablar de cualquier tema, que no había tabués en nuestra casa - podría empezar a profundizar en temas de adopción. Efectivamente está siendo así - por lo menos por el momento - porque sé que también podría pasar por etapas en las que no querrá hablar. Otros padres y madres nos han contado aquí en el blog de experiencias así. Es díficil, pero también hay que respetar a nuestros hijos en esos momentos - seguir mostrando nuestra disponibilidad y nuestro interés en la historia de su vida sin presionarles a estar siempre hablando.


He notado que las preocupaciones de mi hija han ido evolucionando así: primero, con 3 años, sólo quería saber si había estado en mi barriga. Con 4 y 5 años, el tema central fue sus padres biológicos, donde estaban, como eran y cuando y como podríamos ponernos en contacto con ellos (cosa difícil). Con 6 años quería saber porque era adoptada ella (cuando tantos otros niños no lo son). Ahora con 7, está profundizando en su historia a una velocidad que me marea. Después de bastante tiempo sin hacer mucha mención de su adopción, tiene muchísimas preguntas:


¿Porque no se quedaron conmigo?

¿Tiene hermanos biológicos?

¿Le dieron un abrazo antes de separarse de ella?


No tengo respuestas pero estoy siguiendo la norma número una: decir siempre la verdad - con cariño, con suavidad, con diplomacia. La verdad es que no sé, pero si yo estuviera en el lugar de sus padres biológicos sé que estaría muy, muy dolida si tenía que separarme de un hijo mio.


También estoy aprendiendo a devolverle la pregunta: "¿Y tu que piensas"? o "¿Que hubieras hecho?" Por ejemplo, cuando me preguntó si sus padres la habían dado un abrazo antes de separarse de ella, (en medio de mi asombro por tal pregunta) le pregunté "¿Y tu, que hubieras hecho? ¿Darías un abrazo y un beso a un bebé si tenías que separarte de ella?" También la aseguré, "Yo, en su lugar sí lo hubiera hecho." Esto lo aprendí de los servicios de adopción de la Junta de Andalucia - muy buena técnica. Funciona muy bien.


Otra táctica muy útil lo aprendí en el libro "Como Hablar para que los Niños Escuchen y Escuchar para que los niños Hablen" (fantástico - sencillo, fácil de leer y aplicar) y es expresar tu deseo de poder hacer algo que el niño quiero. "A mi me encantaría poder conocer a tus padres biológicos." "Cuanto me gustaría saber si tuvieras hermanos biológicos en algún lugar del mundo." "Si pudiera conseguir más información para tí, lo haría."


Como explican los autores del antes citado libro (Adele Faber y Elaine Mazlish) simplemente expresar el deseo de hacer algo que no podemos hacer tranquiliza al niño. ¡Y funciona! En mi experiencia da la oportunidad de compartir algo importante con mi hija: el deseo. Puede que no hay posibilidad de realizar muchos de sus sueños de encontrar información sobre su pasado, pero podemos compartir el sueño. A ella le gusta y noto que le anima a hablar.


También la estoy animando a utilizar su imaginación. Todavía cuando le hago preguntas al estilo, "Y si te encontraras con tu madre biológica ¿Que preguntas te gustaría hacerle?" Su respuesta es siempre que no sabe, pero la recuerdo que no tiene que saberlo para imaginarlo...


No sé si es cierto que "Siete es Mágico", pero me gustaría pensar que puede serlo si así lo queremos. Lo cierto es que siete - los siete años - es diferente, muy diferente a los seis o los cinco. La inocencia ya se ha acabado. Con siete años en adelante, los padres nos tenemos que poner las pilas, hablar de otra manera, participar plenamente en estas conversaciones cuando nuestros hijos quieren - incluso cuando se ponen difíciles o incómodos - y buscar fórmulas para ayudarles a comprender no sólo el pasado que les ha tocado sino elpresente que tienen y el futuro que pueden crear.
Con siete años (más o menos) es como si los ojos de un niño se abrieron ante un enorme puzzle. Hasta ahora no ha sido más que un juguete, una curiosidad, pero con siete años se empieza a trabajar en serio. Quieren piezas. Necesitan ir colocando estas piezas en su sitio. Faltar piezas empieza a molestar. El trabajo de los padres no es ni negar la necesidad de encontrar piezas, ni fabricar piezas, ni enfadarse inútilmente por la falta de piezas. Nuestro labor consiste en ponernos en el lugar de ellos, quizás soñar también con esas piezas perdidas y sentir la frustración de no tenerlas - pero enfocarnos en la tarea de seguir adelante con este proyecto sea como sea.