martes, 22 de enero de 2008

La Búsqueda

Lo normal es que suponemos que la primera madre de nuestros hijos esté destrozada por haber perdido a su hijo, que piense en él o ella todos los días y que estará siempre arrepentida por lo que pasó - ese momento de perder para siempre al niño.



Pues no es así. Tuve que leer la historia de Florence Fisher para creerlo.




Florence cuenta su experiencia en su propio libro que se llama "The Search for Anna Fisher" (En Busca de Ana Fisher), pero leí una parte de ello en "The Adoption Reader" un libro que reune las experiencias de mujeres - madres biológicas, madres adoptivas e hijas adoptadas. Es un proyecto dirigido por Susan Wadia-Ells, feminista y madre adoptiva.




Florence (Anna, al nacer) nos cuenta la dura historia del día en que encontró a su madre biológica. Se encontró con ella bajo el pretexto de ser alguien buscando información sobre el árbol genealógico de su familia, queriendo saber todo lo posible antes de revelar su verdadera identidad.




Fue devastador cuando - al descubrirse a su madre en una cafetería - ella (la madre) negó su existencia. Con los nervios del momento, la madre salió de la cafetería dejando su cartera en la mesa - contenía las pruebas necesarias para saber - sin duda - que la dueña era la madre de Florence.




No quiso reconocerla y no lo hizo. Se puede imaginar el efecto que tuvo sobre la vida de Florence.




Hay toda una gama de reaciones que puede producir un encuentro entre familiares biológicos que han participado en una adopción. Por supuesto muchísimas madres biológicas se vuelven locas al tener noticias de los hijos que entregaron - a veces sin querer o sin estar totalmente informadas y lo suficientemente maduras para poder comprender el impacto que su entrega tendría durante el resto de su vida...




Pero hay madres que no se alegran al ser encontradas. Hay otras que se sienten confusas. Hay las que quieren aprovecharse de los hijos de alguna manera. Hay una página web incluso de una madre que fue en busca de sus hijos para recuperar la custodia - uno de ellos aceptó su propuesta. Es que hay extremos. Hay normas. Hay de todo.




Por eso es muy - pero muy - recomendable que antes de emprender cualquier búsqueda de orígenes, de familiares, de madres y padres biológicos haya algún tipo de orientación para nosotros, nuestros hijos. Los expertos recomienden que nos sentamos con un profesional que nos puede preparar para las muchas posibilidades que nos podrían esperar.




Personalmente, pienso que también se puede formar a uno mismo, leyendo, investigando en Internet - hay muchos relatos por personas que han emprendido búsquedas con todo - y quiero decir TODO - tipo de resultados. Pero bueno, quizás lo ideal es sentarse con un buen profesional que nos puede equipar - y sobre todo equipar a nuestros hijos - para las posibilidades.




En algunos casos hay un final felíz - en que todos se llevan muy bien y forman relaciones que perduran durante el resto de sus vidas - incluso los padres adoptivos y los biológicos se hacen muy amigos. Sin embargo, parece mucho más normal que después de un primer encuentro haya un periódo de intercambio de información y luego un especie de estabilización y/o enfriamiento de la relación. Igual sólo vuelven a contactarse en Navidades y cumpleaños, por ejemplo. Igual vuelven a perder el contacto.




Si algún día nuestros hijos quieren emprender una búsqueda (y debe de ser su decisión) deben de pensar muy bien en el resultado que ellos mismos esperan, para luego contrastarlo con los muchos resultados que podrían tener - una madre soltera podría haber re-hecho su vida sin que nadie llegara a saber nada sobre el niño que tuvo. ¿Cual podría ser su respuesta al ver su pasado delante de sus ojos, al ver la posibilidad de perder todo lo que ha ido ganando en la vida una vez descubierto por su pareja, por su comunidad? Por otro lado, una madre que siempre ha estado soñando con verle a su hijo podría estar más que encantada... Pero, aún en ese caso, hay que reflexionar sobre las posibles expectativas que podría tener.


viernes, 18 de enero de 2008

Hablar con los hijos


El libro "Escuela Para Padres" de Maria Jesús Comellas es para todos los padres, pero creo que la información sobre "como hablar con nuestros hijos" es de particular interés para los que hemos adoptado.

Habla de "temas cícilos" - que son los temas que hay que tratar y volver a tratar una y otra vez para que el niño vaya asimilando bien todo el mensaje y toda la información poquito a poco a lo largo de su desarrollo intelectual y emocional.

Es que hay temas como el sexo, las drogas, la enfermedad y la muerte (ejemplos de la autora) - y la adopción (ejemplo mío) que son demasiado complejos como para que un niño pueda comprenderlos en una sóla charla.

Cuando lo pensamos bien, es gracioso que sabiendo que hay que volver miles de veces a temas como "hay que guardar las cosas" o "las verduras y las frutas son importantes para tu crecimiento y tu salud" - tratamos a temas muchísimo más difíciles de un tirón - con el guión preparado en el momento perfecto - y ¡ya esta! Hecho. Se lo hemos dicho.

Respiramos hondo. Sentimos alivio. Hemos cumplido con nuestro deber. El niño ya sabe de dónde vienen los niños, porque la abuela ya no está con nosotros, porque la madre de Fulanito se queda tanto tiempo en el hospital, que las drogas no se debe probar...

No. Un tema cíclico es un tema en círculo que se repite mucho y de muchas formas - siempre de la forma más natural y más adaptada a la edad posible - siempre con total sinceridad y sin nervios ni vergüenza (mamá, papá - no hableís en voz baja por favor :) .

Os dejo leer "Escuela Para Padres" para saber los consejos de Maria Jesús Comellas. En mi opinión el libro vale la pena leer.

viernes, 11 de enero de 2008

Las Preguntas de Emily

(Foto)
Seguimos con el tema de "hablar sobre la adopción". Aquí os traduzco el relato de Emily, una niña a quien le gusta escribir y que ha compartido su historia en el libro "Underground Feelings" (Sentimientos Subterraneos) por Doris A. Landry y Julie Kimball-Kubiak. Lo encontré reproducido en "Adoption Parenting":



"Cuando tuve 11 años empecé a tener muchos más pensamientos y preguntas sobre mi adopción. Esto me hizo sentir incómoda. ¡No podía entender cual era lo que me pasaba! Fui adoptada al nacer y mis padres siempre han sido 'mis' padres. Me hablaron sobre mi adopción desde el primer día y siempre hemos hablado de ello de forma abierta. Tenemos libros, cuadernos y más libros. Creo que pensaban que yo iba muy bien - así que era aún más difícil ir a hablar con ellos sobre mis preguntas.


"Tengo muchos amigos, soy buena jugadora de volley y soy miembro del consejo de estudiantes. Saco buenas notas en el colegio y todo el mundo dice que soy lista y que tengo buen autoestima. Me gusta oír esto y así es como me siento la mayoría del tiempo. Pero entonces empiezan otra vez las preguntas sobre mi adopción - y no paran de molestarme.


"Empecé a estar de mal humor y - según mi madre - incluso me enfadé por detalles sin importancía. No pude concentrarme en el colegio y ¡me empezaron a bajar las notas! Nadie sabía que era lo que me pasaba - ni siquiera yo. Me sentí muy confusa. Mis padres estaban cada vez más preocupados por que no quise hablar con ellos. La verdad era que les gritaría y luego me sentía culpable. Ellos parecían estar tan confusos como yo, así que me dijeron que ibamos a quedar con un especialista que sabía mucho sobre los niños que habían sido adoptados.


"¡Pensé que iba a odiar el hecho de tener que hablar - y también iba a odiar al especialista! ¡Que iba a saber ella! Pero, quien sabe porque, parecía que sabía lo que yo estaba pensando. Fue muy raro, pero no de todo malo. No me obligó a hablar y parecía comprender también lo que le estaba diciendo mis padres. Mientras la escuchaba me sentí sorprendida al descubrir que yo no era la única que pensaba en mis padres biológicos y tampoco la única en sentirme como una traidora por pensar en ellos.


"No fue tan odioso ir al especialista como me había imaginado. No tuve que hablar y al principio me ayudó sólo escuchar. Como soy bastante tímida, me preguntó si me gustaba escribir. Sí, ¡me encanta! Me invitó a redactar algunas de las preguntas que tenía en mi mente y traerlas a la próxima reunión. Me encontré escribiendo sobre mi adopción. No exactamente sobre todo lo que me había contado mis padres, sino sobre todo lo demás. Durante días iba escribiendo en mi cuaderno cada de vez en cuando. Después de una semana tenía páginas de preguntas. Ni sabía yo que tenía tantísimas preguntas dentro. ¡Llenaron cuatro páginas! Las miré mucho, pensando, 'No es de extrañar que no puedo pensar en otra cosa y así no puedo completar los deberes.' Es que no podía creerlo y no podía entender como había guardado tantas preguntas.


"Llevé mi cuaderno a la próxima reunión. No sabía que ibamos a hacer, pero de alguna manera empezamos a hablar. Leí algunas de mis preguntas a mis padres. Empecé a leer y parecía que nunca iba a terminar. Poder tirar todas esas preguntas al aire fue increíble. De vez en cuando tuve que mirar a mis padres para ver como iban. Tuve momentos de sentirme culpable, otras veces me sentí feliz, también sentí miedo, alivio - casi cualquier sentimiento que se puede sentir.


"Cuando llegué a la última pregunta, casi no pude hacerla - era la más grande.... ¿Porque? '¿Porque me abandonaron?' Tuve la sensación de que ninguna de las otras preguntas eran importantes. Tuve la sensación de que había querido hacer esa pregunta durante toda mi vida. Era como si hubiera sido construido dentro de mi corazón durante once años y nadie sabía que estaba allí. Tuve miedo de hacer esa pregunta, miedo por muchas razones. Mis sentimientos de pérdida en ese momento eran tan fuertes que pensé que nunca dejaría de sentirme tan triste.


"Ahora la gran pregunta había sido preguntada. Por un lado tenía miedo de que mis padres no tenían la respuesta y, por otro lado tenía miedo de que tenían la respuesta y que tenía que ver con algo terrible que tenía que ver conmigo.


"No, mis padres no tenían la respuesta, pero me sentí mejor por haber hecho la pregunta. Y también me sentí mejor sabiendo que mis padres comprendieron - de verdad comprendieron. Sabían cuanto quería esa respuesta y comprendieron lo triste que me sentí sin ella. Creo que todos estuvimos sientiendo lo mismo. Creo que les hubieran gustado haber inventado una respuesta para mi, pero no lo hicieron. Sólo se sientieron tristes por mi. Me sentí mejor no estar sóla.


"Ay, y mis padres parecían estar en mi lado. No pensaban que era un traídor por tener preguntas -¡ incluso cuatro páginas de ellas! Mientras escribo esta historia me hace feliz decir que mis notas son mejores. Y no parezco estar tan enfadada con mis padres. No creo que escribir las preguntas fue tan importante. Lo que pienso es que tenían que salir para que no me sintiera tan preocupada y para no tener tanto miedo.


"Mi nombre es Emily y fuí adoptada."


viernes, 4 de enero de 2008

Abriendo el Diálogo

Adam Pertman es el Director del Evan B. Donaldson Adoption Institute, una organización bien reconocido en E.E.U.U. por su trabajo de investigación y divulgación sobre temas de adopción. También es autor de "Nación Adoptiva: Como la Revolución de la Adopción está Transformando América" (en inglés - no lo he leído todavía).

Pertman ha escrito para "Adoption Parenting", un libro lleno de perspectivas de padres y expertos. Su artículo se llama "¿Cuando dices a un niño que fue adoptado? - y otros secretos que no debemos guardar". Cuenta la historia de una amiga trabajadora social que estaba entregando un recién nacido a sus nuevos padres. ¿Cuando le decimos que es adoptado?" preguntó la madre en voz bajita. "En camino a casa," le respondió la trabajadora - también en voz bajito.


Dice Pertman que la adopción debe de ser un tema de conversación desde el primer día - desde incluso antes de que un niño entienda - para que nosotros, los padres, nos podamos acostumbrar a hablar de ello.


Más adelante, en el mismo libro, Jill Lampton, madre adoptiva nos cuenta su experiencia en un ensayo llamado "Abriendo el Diálogo sólo si preguntan...". Lampton confiesa que estaba esperando a que su hija abriera el diálogo hasta que empezó por fin a leer sobre la adopción y se dió cuenta de que lo más seguro era que su niña tenía preguntas que simplemente no estaba haciendo...


Así que la madre sacó el tema y se quedó sorprendida por el río de dudas e inquietudes que salió de la boca de su niña. Lo describe como una presa bajó inmensa presión que se rompió - primero poquito a poco y luego con una fuerza increíble.


Dice que su niña era alegre, felíz, un encanto, que nunca hubiera pensado que allí dentro había tanta pregunta y duda y preocupación. Tenía entonces solo 7 o 8 años.


"Me dijó que no se sintió como una persona autentica, que tenía la sensación de que estaba viviendo la vida de otra persona, como si de verdad no perteneciera aquí. Confesió que pensaba todos los días en su madre biológica. Estaba obsesionada con hacer un viaje a su país de nacimiento y una vez confesado ese deseo empezó a rogar que hicieramos el viaje."


Desde entonces Lampton buscó los recursos necesarios (talleres para niños adoptados, grupos de apoyo etc.) para ayudar a su hija a entender mejor su vida. La niña tuvo la oportunidad, por ejemplo, de hacer un "Life Book" ("Libro de la Vida" - un libro que trata la vida del niño desde su concepción hasta el presente - incluyendo, muchas veces, el tratamiento de lo que no se sabe, para que el niño tenga la posibilidad de explorar cualquier pregunta que tenga).


Dice Lampton que luego pudieron volver al país de la pequeña e incluso conocer su primera familia y también visitar el orfanato. Según la madre, todo ha servido para que cuando la niña llegara al final de la ESO era una persona emocionalmente fuerte y sana, un encanto. La madre duda que la situación sería lo que es si no hubieron detectado a tiempo las preocupaciones de su hija.


Más adelante quiero compartir con vosotros el relato de una niña de 11 años que nos cuenta su experiencia con el diálogo sobre su propia adopción. También sale en el libro "Adoption Parenting" y es realmente fascinante...

miércoles, 2 de enero de 2008

El Poder del Perdón


(foto)
Hace meses, mi hija – con 4 años recién cumplidos – entró en la cocina, subió a la barra y me pidió galletas con leche. Empecé a poner la merienda cuando me preguntó – tan inesperadamente y de forma muy brusca, “¿Qué pasó en China?

“Ah,” dije, “¿Quieres que te cuente otra vez nuestro viaje? Pues fuimos en un gran avión…”

“¡No!” dijo ella, impaciente, “¡Que pasó en China! ¡China mamá y China papá!”

“Pues, bien,” dije y empecé de cero – empezando en la barriga de su mamá en China, siguiendo con su nacimiento y luego su llegada a un lugar muy especial...

“¡Mamá!” me interrumpió, algo molesto. “¿Me dejó sola? ¡No me gusta sola!”

Ella estaba emocionada. Yo sorprendida.

Nuestra vida con ella es ideal. Todos la queremos hasta la infinidad y ella a nosotros. Es una niña feliz desde que despierte por la mañana hasta que se acueste por la noche. Pero este pequeño incidente sirvió para recordarnos de que nuestra niña tendrá que aprender a vivir con su historia, incluso con detalles difíciles.

Sé que aquí podríamos empezar a hablar – una vez más – de “duelo” y dolor, pero he decidido que podemos dedicarnos a algo muchísimo más importante, y práctico: enseñar a nuestros hijos a perdonar.

Sí – a perdonar.

Es relativamente fácil enseñarle a un niño a pedir perdón. Es sumamente complicado enseñarle a una persona a perdonar.

Todos los hijos que han llegado a nosotros a través de la adopción tienen en común una cosa: sus padres les han entregado de una forma u otra – queriendo o no – a un cambio abrupto de destino.

Podemos suavizar este hecho durante la niñez, pero ¿Qué pasará cuando llega el momento en que la interpretación de los eventos ya no depende de nosotros?

¿Qué es lo que van a sentir por sus primeros padres?

He leído las historias de muchos adolescentes y adultos adoptados que han luchado para comprender sus pasados y entender a los padres que se separaron de ellos. Es interesante ver como el tema del “perdón” surge una y otra vez. Algunos hijos se sienten incapaces de perdonar a esos padres que les soltaron, otros buscan a sus progenitores para asegurarles que les han perdonado – para que sepan lo contentos que son con sus vidas y que no cambiarían ni un detalle.

Hay también mucho escrito por madres que han entregado a sus hijos en adopción y surge una y otra vez la necesidad de conseguir el perdón de sus hijos. (Esto no quiere decir que todas las que se separan de sus hijos se sienten así – sólo que tenemos escritos por algunas de las que sí lo experimentan de esta manera.)

De todas formas, me parece que educar a perdonar es clave.

El que sabe perdonar se mantiene en el presente y así puede apreciar lo que tiene. El que no sabe perdonar se mantiene en el pasado, enfocado en el mal que le han hecho.

El que sabe perdonar ha aprendido como llegar a comprender al otro y así incluso sentir compasión por él – en vez de rencor. Porque sabe que el rencor destroza la felicidad, sabe que es como un veneno y que hay que evitarlo.

El que sabe perdonar entiende que perdonamos por el bien de nosotros mismos, que igual el otro puede seguir adelante con su vida sin nuestro perdón, pero que nosotros muchas veces no podemos avanzar hasta haber alcanzado la paz que trae el perdón.

Mi niña es todavía muy pequeñita. Nuestro incidente en la cocina no fue más que un momento – y se fue a jugar más feliz como si no hubiera ocurrido nada.

No doy mucha importancia a lo ocurrido porque sé que fue algo normal – una niña pequeña que se fijó en un detalle de su historia y vino para pedir explicaciones. Satisfecha con la oportunidad de registrar su disgusto – terminó de merendar y se fue.

La verdad es que dicen (ver Talking with Young Children About Adoption por Mary Watkins and Susan Fischer) que es bueno que ocurren estos pequeños incidentes mientras que nuestros hijos sean todavía pequeños porque señala un proceso interior de asimilación – de “digestión de datos”.

Sin embargo, me hizo reflexionar sobre como ella podría ver los hechos de su vida de mayor. Si se puede enfadar así con cuatro años - ¿Cómo podría sentirse con 14 años? ¿Con 21 años? ¿Cómo me sentiría yo si me enteré de que mi madre me había dejado de recién nacida totalmente sola en un lugar público? (que, por supuesto, nunca lo hemos dicho así a nuestra niña – y todavía no estoy segura como es que se le ocurrió eso).

Creo que sentirse comprensivo ante ese tipo de información no es cuestión de saber decir las palabras “te perdono”.

El perdón en estas circunstancias es todo un proceso que requiere mucha dedicación y trabajo personal. También necesita paciencia – porque es un proceso que puede durar años.

Creo que como padres, lo mejor que podemos hacer es inculcar en nuestros hijos la importancia de perdonar – porque el proceso es tal que sólo ellos van a poder hacer su propio camino hacía ello. Lo que necesitan de nosotros son ánimos para hacerlo.

Y, en mi experiencia, lo más bonito de llegar a realmente perdonar a una persona que te ha hecho algo gordo es que el proceso te cambia tanto, te ayuda a crecer tanto, te da tantas perspectivas y tanto valor añadido a tu vida que llega un momento en que lo tienes claro: no cambiarías ni un detalle de tu vida – sobre todo del pasado que te ha hecho lo que eres hoy.

Esto es lo que quiero para mi hija.